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América Latina y el Caribe atraviesan una etapa decisiva en su proceso de transición energética. Tras más de una década de expansión de las energías renovables y avances sostenidos desde el Acuerdo de París, la región logró consolidar una matriz eléctrica cada vez más limpia. Sin embargo, ese progreso enfrenta hoy una serie de obstáculos que podrían limitar su continuidad si no se abordan de manera integral.
Así lo señaló la Organización Latinoamericana y Caribeña de Energía (OLACDE), que advirtió sobre la existencia de “cuellos de botella” estructurales que amenazan con frenar el ritmo de la descarbonización.
Entre los principales desafíos aparece la falta de infraestructura de transmisión y de soluciones de almacenamiento, un problema que ya comienza a evidenciarse en países líderes del proceso, como Chile.
De acuerdo con el diagnóstico del organismo, la rápida expansión de la generación solar y eólica no siempre fue acompañada por inversiones equivalentes en redes eléctricas.
Como resultado, se multiplican los episodios de vertimiento de energía renovable —electricidad limpia que no logra ser transportada hacia los centros de consumo—, una señal de ineficiencia que pone en cuestión la sostenibilidad del modelo actual.
Frente a este escenario, OLACDE remarca la necesidad de acelerar el desarrollo de sistemas de almacenamiento, como bancos de baterías, centrales hidroeléctricas reversibles y proyectos vinculados al hidrógeno verde.
Otro de los ejes de preocupación está vinculado a la seguridad energética en un contexto de demanda creciente. La expansión de los centros de datos, el avance de la electromovilidad y las estrategias de exportación de hidrógeno verde implican una mayor exigencia sobre los sistemas eléctricos nacionales.
Para el organismo regional, esta presión obliga a una planificación más sofisticada, que combine fuentes renovables con energía firme capaz de garantizar suministro continuo, sin abandonar los compromisos climáticos.
En ese marco, el debate sobre tecnologías de bajas emisiones vuelve a ganar espacio en la agenda regional. La discusión incluye no solo el almacenamiento a gran escala, sino también la evaluación de alternativas como la energía nuclear, que algunos países consideran como complemento para asegurar estabilidad en el suministro eléctrico.
El financiamiento aparece como el tercer gran cuello de botella. Según OLACDE, la transición energética requiere inversiones iniciales elevadas en innovación y tecnología, lo que plantea el desafío de encontrar esquemas que no trasladen esos costos al consumidor final. El equilibrio entre sostenibilidad fiscal, acceso a financiamiento y tarifas socialmente viables se consolida como uno de los principales dilemas para los gobiernos de la región.
Desde el organismo subrayan que la descarbonización no puede abordarse únicamente desde la óptica de la generación eléctrica.
Se trata, advierten, de un desafío sistémico que involucra regulación, infraestructura, financiamiento y planificación de largo plazo. En ese sentido, destacan la importancia de contar con información confiable y datos comparables para orientar las decisiones públicas y privadas.
El diagnóstico de OLACDE concluye que la región cuenta con una ventaja estratégica indiscutible: abundantes recursos solares y eólicos.
No obstante, convertir ese potencial en desarrollo económico, seguridad energética y bienestar social dependerá de la capacidad política y técnica para remover los cuellos de botella que hoy amenazan con frenar el impulso de la transición energética latinoamericana. |